Arrietty y el mundo de los diminutos (Hiromasa Yonebayashi, 2010)



Aurum sigue con su buena y sana costumbre de estrenar en salas españolas las nuevas producciones del prestigioso estudio Ghibli. El numero de copias fue bastante respetable (aunque no ha llegado a todas partes) y la película cuenta con un doblaje muy bien llevado, y se ha proyectado en digital, medio que garantiza una imagen nítida y fiel se vaya a la sesión que se vaya.

Hace ya bastante años, en 1995, Yoshifumi Kondo dirigió “Suspiros del corazón”, la primera película pensada para cines en la que el puesto de director era ocupado por alguien ajeno al tándem habitual (Miyazaki y Takahata). El resultado fue un rotundo éxito de crítica y público, Ghibli parecía tener un brillante futuro por delante… pero desgraciadamente murió un par de años después de un problema cerebral.

En los últimos años le han dado bastantes oportunidades a nuevos directores: Hiroyuki Morita con “Haru en el reino de los gatos” y Goro Miyazaki con la muy decepcionante “Cuentos de Terramar” (y la futura “From up on Poppy Hill”, que ha cosechado muy buenas críticas). Da igual lo que se haga, los zapatos de Hayao Miyazaki e Isao Takahata parece que siguen siendo muy difíciles de llenar.

Lo cual nos lleva al año 2010 y a Hiromasa Yonebayashi, un tipo con una trayectoria como animador muy buena (Serial Experiments Lain, La princesa Mononoke, Jin-roh, El viaje de Chihiro, Ponyo en el acantilado…) y que se ha convertido en el miembro más joven del estudio en dirigir una película, con 38 años. ¿Puede ser él uno de los que tomen el relevo generacional del estudio?



Antes de comenzar la crítica en sí, me parece justo comentar una cosa que me ha llamado poderosamente la atención. No se si ha sido por motivos publicitarios o no, pero lo cierto es que se oye casi más el nombre de Hayao Miyazaki que el de Yonebayashi. Miyazaki actuó en las primeras etapas del desarrollo como planificador del proyecto y como co-guionista (el otro autor es Keiko Niwa, otro habitual del estudio) basándose en la novela original de Mary Norton. Pero todo el peso real de la producción cayó en los hombros de Yonebayashi, que no solo dirigió la película, sino que se encargó de todos los storyboards y de dirigir personalmente la principal unidad de animación. Casi equivale, salvo en el aspecto del guión, al papel habitual que Hayao Miyazaki desempeña en sus propias películas. Creo conveniente entonces atribuir todos los méritos y deméritos del film a él, que ha cogido al toro por los cuernos y se ha implicado al 100%.

La acción sucede en los alrededores de una pintoresca casa de campo. Un joven llega en coche para pasar unos días tranquilo en ella, y en su primer día ve lo que parece ser una pequeña persona en el jardín. Debajo de la casa, tienen construida su vivienda una familia de “gente pequeña” (apenas 10 centímetros), que hacen pequeñas incursiones en la casa para tomar prestado aquello que necesitan. Por su tamaño y modo de vida, tratan por todos los medios de no ser vistos por los seres humanos. La hija de la familia, Arrietty, entra en contacto con el chico y empiezan a surgir diferentes problemas.



Acorde al tamaño de los personajes principales, la película opta por un estilo muy intimista, con muy pocos personajes y localizaciones. Al poco de arrancar seguiremos los pasos de la chica protagonista en su primera “incursión” nocturna en la vivienda de los humanos bajo la atenta mirada de su veterano padre, para tomar prestadas algunas cosas que les hacen falta. Se trata de una secuencia considerablemente larga, repleta de sentido de la maravilla (por parte de Arrietty) al ir descubriendo los cotidianos elementos que componen la casa. La dirección de esa secuencia en solitario merece un excepcional reconocimiento, por la gran sensación de escala que transmite y el ejemplar uso de la iluminación.

Hay también de fondo durante toda la película un tema que probablemente es más importante que lo que les sucede a los personajes: la supervivencia de toda una especie tan pequeña que debe vivir oculta para seguir adelante. Es una cuestión tan importante que dicta la dirección de todo el film, y esquiva así el caer en la sensiblería mas tontorrona tipo “todos somos iguales, vivamos en paz y harmonía” que tanto suele abundar en las películas destinadas a todos los públicos.

No creo que tenga problemas de ritmo, aunque me consta que suele gustar más la primera parte del metraje que la segunda. No ha sido mi caso. Son precisamente esos temas que se remarcan en la segunda parte los que más llamativos me resultaron, porque son más grandes que los propios personajes.

Sobre la calidad técnica no creo que haga falta a estas alturas repetir el consabido “El estilo artístico es impresionante” o “La calidad de la animación es admirable”, es el estudio Ghibli a fin de cuentas y cumple de sobra en esos apartados incluso en sus peores producciones. Un detalle a destacar es lo peculiar que se hace la banda sonora de Cecile Corbet (artista francesa de estilo muy pastoral) que no solo proporciona la atmosfera apropiada a la película, sino que le da un toque muy distintivo respecto al resto de la filmografía Ghibli, con mucha personalidad.



No se cuando volveremos a ver al señor Yonebayashi tras las cámaras, pero Ghibli tiene motivos de sobra para volver a confiar en él en el futuro.

Aurum ya ha anunciado su lanzamiento en DVD y Blu-ray para comienzos del próximo año (y mientras, relanza “El castillo en el cielo” en Blu-ray (esto lo comentaré en una próxima entrada de lanzamientos en formato doméstico, que hay bastantes cosillas interesantes).

1 comentario:

Abuelo Igor dijo...

Yo tengo una queja muy grande sobre el lanzamiento en cines de esta peli, a saber, que no se ha proyectado en versión original en absolutamente ninguna sala de Madrid, algo que no sucedía con Ghibli desde "La princesa Mononoke". En algunas cosas progresamos, y en otras vamos hacia atrás como los cangrejos.